¿Qué visitar de Madrid en 48 horas?
En medio de las rápidas caminatas, de las conversaciones de turistas, de las tapas y las tiendas, Madrid se alza como una dama distinguida: cada edificio tiene una historia, una fecha remota, un dato que vale la pena anotar. Por eso, casi siempre surge un problema. ¿Qué ver? ¿Por dónde empezar?
Por lo general, un viaje a Madrid se planifica para varias semanas. Pero también es posible que la escala sea corta y que, por ejemplo, sólo tenga dos días para conocer la ciudad. En ese caso hay que ser selectivo y escoger sólo algunos sitios emblemáticos. Se debe asumir la dolorosa realidad: el tiempo es cruel y no alcanza para verlo todo, aunque se quiera. De todos modos, eso no debe abrumarlo: aquí presentamos una pequeña guía de lo que puede hacer para descubrir y respirar, así sea un poco, los aires históricos de esta urbe.
DÍA 1
Toda visita a Madrid debe empezar por la Gran Vía –después del trayecto del aeropuerto al hotel, por supuesto, en el que seguramente habrá algo maravilloso para ver–. Quien llega por primera vez a esta gran avenida, que comenzó a construirse en 1910, puede sentirse un poco apabullado. La gente camina muy rápido, los edificios son inmensos, el trayecto parece interminable. Pero, al mismo tiempo, la belleza y la historia de las edificaciones tienen una fuerza de atracción. Vale la pena alzar la vista y admirar las estructuras al borde de la acera. Pero, hay que aterrizar. El tiempo es poco y debe aprovecharse.
Se puede comenzar el recorrido desde Plaza de España, que aunque no se encuentra propiamente en la Gran Vía, es un punto de referencia. Desde allí, una de las primeras edificaciones emblemáticas es el Edificio Coliseum, que empezó a construirse a principios de la década de los treinta. Antes, en su planta baja, funcionaba un cine, pero ahora es una sala de teatro. Más adelante se encuentra el Edificio Carrión o Capitol, una muestra perfecta de la arquitectura expresionista, que surgió en Alemania y que se caracteriza –entre otras cosas– por las esquinas redondas. Muy cerca está el Palacio de la Prensa, construido en 1925 y que dejó de pertenecer a la Asociación de la Prensa Madrileña en los años setenta.
Quien, como yo, sea un amante confeso de la literatura encontrará en Gran Vía dos joyas. Una de ellas es la Casa del Libro, un paraíso de 5 plantas con ejemplares de techo a suelo, que se asienta en un edificio construido en 1923. Anteriormente allí se encontraba la editorial Escasa Calpe, que fue en su momento la primera librería de Madrid. Un poco más adelante se encuentra el Hotel de las Letras, que cuenta con 6 pisos, 103 habitaciones y –muy importante– una biblioteca. En cada planta hay una cita de algún escritor reconocido. Por ejemplo, en la pared frente al primer escalón se puede leer “Instrucciones para subir una escalera” de Julio Cortázar, en caso de que a alguien se le olvide cómo hacerlo.
Tampoco se puede dejar de ver el Real Oratorio del Caballero de Gracia, un edificio que resalta por su estilo neoclásico. Se construyó inicialmente en el siglo XVII, pero fue rehabilitado por el arquitecto Juan de Villanueva y culminado por Juan Pedro Arnal en 1795; años después se le hicieron otras reformas. Bajo su cúpula se encuentra la imagen del Santísimo Cristo de la Agonía, que data del siglo XVII.
Ya en el extremo de la Gran Vía –que en realidad es el comienzo– hay otro edificio que destaca: el Grassy, que se construyó entre 1916 y 1917, y conserva su estructura original. Allí funcionaba un elegante salón de té y ahora, en su planta baja, se puede apreciar una colección de joyas y el Museo del Reloj. A unos pasos se consigue el Edificio Metrópolis, que se terminó de construir en 1910 y fue adquirido en 1972 por Metrópolis Seguros; hasta 1921 fue la edificación más alta de la ciudad, pero ese año el Palacio de la Prensa pasó a ocupar ese puesto. Lo más imponente: la cúpula de estilo neorrenacentista, en la que se aprecian estatuas que representan al comercio, la agricultura, la minería y la industria.
Una vez allí, si se voltea hacia la izquierda, se puede ver al fondo el Monumento Histórico Artístico Puerta de Alcalá, una de las cinco puertas que daba acceso a Madrid y que fue construida por orden de Carlos III en el siglo XVIII, para sustituir a la anterior. Si hay tiempo, puede caminar hasta allá y hacerse una foto. Si no, es recomendable cruzar a la derecha y tomar la Calle Alcalá, donde también hay varias estructuras históricas. Por ejemplo, el Casino de Madrid, construido entre 1905 y 1910, con inspiración ecléctica francesa. Ahora no hay acceso al público porque funciona un club privado, pero se puede observar desde la puerta la elegante escalera principal. También está el edificio Banco de Bilbao, donde funciona la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, y que se construyó entre 1920 y 1923. Resaltan las dos cuadrigas que coronan el edificio y que parecen cabalgar hacia la ciudad.
Al caminar unos pasos más se consigue Puerta del Sol, punto de encuentro para reuniones sociales y protestas. Se trata de una plaza que siempre tiene movimiento: desde espectáculos callejeros de hip hop, música o magia, hasta mariachis, hombres-estatua y vendedores ambulantes. Allí es imprescindible tomarse una foto con la escultura del Oso y el Madroño –la figura que se representa en el escudo de Madrid–, elaborada por Antonio Navarro Santa Fe en 1966 e instalada en 1967. Otra fotografía de rigor es con la placa del Kilómetro Cero, que se colocó en 1950 y que marca el punto desde el que parten las carreteras radiales. Se consigue justo frente a la Casa de Correos, donde ahora funciona la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
Como seguramente ya habrá ánimos de comer algo, no deje de visitar La Mallorquina, una pastelería inaugurada en 1894. Si bien ya no hay mesoneros que hablan en francés ni gente con trajes elegantes, sí se pueden comer dulces de tradición. Por ejemplo, las ensaimadas –especie de rosca de masa dulce, típica de la comida mallorquina–, que fueron introducidas a la cocina de Madrid por este local. También se deben probar las napolitanas –dulce de hojaldre–, una de las especialidades.
Pero aquí se debe ser prudente y no comprar todo lo que se ve en la vitrina. Hay que guardar un espacio para degustar los churros con chocolate que venden en Chocolatería San Ginés, que se encuentra en la calle Coloreros, muy cerca de Plaza Mayor –a pie desde Puerta del Sol–. También se inauguró en 1894 y cuenta con 4 salones y una terraza, abiertos las 24 horas. De acuerdo con una placa que se encuentra en la puerta, el local fue la inspiración de Ramón María del Valle-Inclán para crear la obra literaria Luces de bohemia, de 1920. Una vez dentro, entre espejos y detalles en verde oscuro, se pueden ver fotos de famosos que han ido de visita, como Richard Gere.
Al salir, curiosee en la librería San Ginés, localizada en pleno callejón y que vende algunas obras a 3 euros y 5 euros. Es recomendable volver a Puerta del Sol y tomar el metro hasta la estación Retiro. En unos pocos minutos se encontrará en un lugar inspirador, en el que se escuchan los pájaros y se respira aire fresco: las 118 hectáreas del Parque del Retiro. Se trata de una de las áreas verdes más importantes de la ciudad, declarada Jardín Histórico Artístico. De hecho, sus orígenes se remontan al siglo XVII, cuando Felipe IV mandó a construir un lugar de esparcimiento para los reyes de la Casa de Austria. Luego, entre el siglo XVIII y XIX –de acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid– se ampliaron las edificaciones y en 1868 se abrió al público.
Ahora uno de los atractivos del parque es el Estanque Grande, donde se encuentra un embarcadero desde el que salen unos botecitos. Se pueden alquilar por 45 minutos, al pagar de 5,80 euros a 7,50 euros –los mayores de 65 años de edad deben cancelar 1,75 euros–. Justo en el lado oriental se ve la imponente estructura del Monumento al rey Alfonso XII, que comenzó a construirse en 1902 y se terminó en 1922, a cargo de José Grases Riera. Es un complejo de esculturas y columnas que tienen la intención de mostrar al monarca como el gran pacificador.
Al seguir el camino por el parque se pueden escuchar músicos que tocan saxofón o acordeón, o artistas que hacen caricaturas y toman fotos antiguas. Si cruza en el Paseo de Paraguay –muy cerca del Paseo de Venezuela– puede encontrar el Bosque del Recuerdo, un impresionante jardín con vegetación que parece salida de Alicia en el país de las maravillas. Los 192 árboles representan a cada una de las personas que fallecieron en el atentado del 11 de marzo de 2004.
Y, aunque se vaya agotando el día, no se puede ir del Retiro sin ver el Palacio de Cristal, una estructura construida en 1887 por Ricardo Velázquez Bosco y Bernardo Asins –quien elaboró el armazón de hierro–. Se considera, de acuerdo con información oficial, el ejemplo más hermoso de arquitectura de hierro y cristal en España. Actualmente se utiliza como escenario de exposiciones artísticas. De repente en otro momento tendrá oportunidad de ver con más calma áreas como la Biblioteca Eugenio Trías, el Palacio de Velázquez o el jardín La Rosaleda.
Muy cerca del Retiro, por el lado de la Calle Alfonso XII, se encuentra el Museo Nacional del Prado, que abrió al público en 1819. Como la muestra es muy grande –cuenta con 1.300 obras en exhibición, del total de 21.600 que suma la colección–, hay una guía de recorrido que se puede descargar en la página web del museo. Por ejemplo, si sólo tiene una hora, la institución recomienda ver 15 piezas, entre ellas Las meninas o La Familia de Felipe IV de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, El caballero de la mano en el pecho de El Greco, o Judit en el banquete de Holofernes de Rembrandt Harmensz. van Rijn.
Quienes no sean aficionados del arte pero sí del deporte –y especialmente del Real Madrid–, pueden sustituir esta visita por el estadio Santiago Bernabéu. Desde el Parque del Retiro se puede demorar aproximadamente media hora en autobús, en Metro o en el sistema Renfe. Seguramente valdrá la pena el viaje para admirar este recinto, considerado Estadio de Élite por la UEFA y con capacidad para 81.000 espectadores. Para explorarlo los adultos deben pagar una entrada de 19 euros y los niños, de 13 euros; hay descuentos para los que presenten el carnet de Madridistas.
DÍA 2
En esta ciudad, con poco más de 8.000 kilómetros cuadrados, abundan las referencias a la monarquía. Por eso, cualquier viaje, por corto que sea, debe incluir la visita al Palacio Real, la residencia oficial de los reyes de España desde 1561 –aunque ahora habitan en el Palacio de la Zarzuela–. La imponente edificación, con 135.000 metros cuadrados –considerado el palacio más grande de Europa occidental–, se encuentra en la calle Bailén.
Una vez allí, al pagar una entrada general de 10 euros, se podrán visitar los salones oficiales, como el de las Columnas o el de los Espejos, cada uno con una riqueza artística muy particular. Por ejemplo, en el del Trono o el Gasparini se evidencia la atracción por el estilo rococó que tenía Carlos III, el primer rey que habitó en el palacio.
Además de las salas del edificio –construido desde 1738 hasta 1751 para sustituir al alcázar decorado por Velázquez, que se incendió en 1734–, se pueden apreciar los jardines como el Sabatini y el Campo del Moro, y la Real Armería, una de las colecciones de armas y armaduras más importantes de Europa. También, si realiza la visita un miércoles, tendrá la oportunidad de ver, de forma gratuita, el relevo de los 27 integrantes de la Guardia Real y 6 caballos, en la Puerta del Príncipe, desde las 11:00 am hasta las 2:00 pm. Este acto está suspendido en julio, agosto y principios de septiembre.
Si casualmente ese miércoles es el primero del mes –a excepción de enero, julio, agosto y septiembre– podrá apreciar el espectáculo del Relevo Solemne, que se realiza al mediodía y dura 50 minutos. Este acto es más largo porque incluye desfiles de la guardia, como una manera de recordar lo que se hacía en tiempos de Alfonso XII y Alfonso XIII.
Al salir del palacio, es una obligación visitar la Catedral de la Almudena, donde se venera a Santa María de la Almudena, la patrona de Madrid. Se trata de una edificación de estilo neogótico francés, que comenzó a construirse en 1883, bajo la dirección del Marqués de Cubas. Con el paso de los años se hicieron varias transformaciones al proyecto original, hasta que los arquitectos Fernando Chueca y Carlos Sidro elaboraron el plan de lo que existe actualmente –con el que ganaron el Premio Nacional de Arquitectura en 1944–. Un dato importante: en 1993, cuando se considera que finalmente terminó la construcción, San Juan Pablo II consagró la catedral. De hecho, en este templo se encuentra una ampolla con la sangre del Papa.
Aquí se debe apreciar, entre otras cosas, el Altar de la Virgen, las capillas, la plaza con una escultura de Juan Pablo II, la cripta –que, de acuerdo con información oficial, es de estilo neorromántico con pinceladas bizantinas–, y el museo.
Al salir de la catedral y después de una caminata de unos 20 minutos o de un trayecto en Metro desde la estación de Ópera hasta Plaza de España –con tramos que se deben hacer a pie–, se llega al Templo de Debod, una de las pocas piezas egipcias que se encuentran completas fuera del territorio de ese país.
La estructura, que comenzó a construirse en el siglo II antes de Cristo –en honor a los dioses Isis y Amón–, llegó a España en 1968, como una muestra de agradecimiento a esta nación europea, por la atención que brindó al llamado de la Unesco para salvar el patrimonio arqueológico de Baja Nubia. Aunque es maravilloso a cualquier hora del día, la imagen al atardecer se muestra impresionante: no sólo se puede ver el cambio de las luces y sombras sobre el monumento, sino que también es posible apreciar parte de la metrópoli. Es, sin duda, una buena manera de terminar la visita rápida a esta ciudad que muestra, con generosidad, los secretos de su historia.
Tecnología aliada
Cuando no hay mucho tiempo, lo peor que puede pasar es perderse. En Madrid la gente suele ser amable para dar direcciones, pero es mejor evitar el desperdicio de esos pocos minutos. Por eso, el teléfono celular es el principal aliado. La aplicación Google Maps le dará indicaciones precisas para llegar de un lugar a otro, tanto a pie como en carro particular y transporte público. Además, precisa las duraciones de los recorridos y avisa si el camino que se está siguiendo es correcto o no. Otras herramientas maravillosas son las aplicaciones del Metro de Madrid, del sistema Renfe y de la red de autobuses. Todas se pueden descargar con facilidad y permiten obtener información valiosa para ahorrar tiempo. Por ejemplo, indican cómo llegar de una estación a otra, cuáles son las paradas más cercanas al lugar de destino y, entre otras cosas, los horarios.